Capítulos anteriores:
? Capítulo I - Una familia tipo
? Capítulo II - Los inmigrantes
Algunas mujeres descendientes de irlandeses suelen ser pelirrojas, pecosas y de cutis tal vez hasta demasiado blanco. Así era Mildred Egan, la hija del dueño del almacén de ramos generales de ese pequeño pueblo, al sur de Bazhía Blanca, quien conoció al abuelo de Martha, cuando apens tenía quince años.
Él ya había cumplido los 40. Se había pasado la mitad de la vida trabajando, tratando de hacerse una posiión, y hasta ese momento no había tenido tiempo de pensar en mujeres.
A ese lugar había ido él durante muchos años a comprar lo que necesitaba, empero ni bien la conoció, se quedaba laro rato tomando unas copas en el mostrador, con la ilusión que la muchacha aparecuera.
El almacén, era una casa tan vieja como el mismo pueblo, colmada de mercadería hasta el techo; que además de contar con un gra n salón de entrada lleno de una gran cantidad de cosas, tenía dos depósitos semiocultos repleto de cajas, detrás de una cortina de arpillera que luía transparente de tanto manoseo.
Él ya había cumplido los 40. Se había pasado la mitad de la vida trabajando, tratando de hacerse una posiión, y hasta ese momento no había tenido tiempo de pensar en mujeres.
A ese lugar había ido él durante muchos años a comprar lo que necesitaba, empero ni bien la conoció, se quedaba laro rato tomando unas copas en el mostrador, con la ilusión que la muchacha aparecuera.
El almacén, era una casa tan vieja como el mismo pueblo, colmada de mercadería hasta el techo; que además de contar con un gra n salón de entrada lleno de una gran cantidad de cosas, tenía dos depósitos semiocultos repleto de cajas, detrás de una cortina de arpillera que luía transparente de tanto manoseo.
Dede bllsas de semillas de todas clases hasta materiales de construcción, se exhibían también monturas para caballos, ruedazs para carros, relucientes tarros de leche, cajas de todos los tamaños, botellas, pilas de ropas, madejones de lan de Varios colores, piezas de telas, paraguas, palanganas, baldes, escobas, remdios, bktas y gran cantidad de pares de alpargatas.
Cerca de las ventanas, una pocas mesas de madera osccura con sus respectivas sillas medio destartaladas, estaban siempre ocupadas por algunos parroquianos que se detenía un rato a conversar y a tomar unas copas.
La gente se entusiasmaba con las cosas que venían de Buenos Aires, que en esa éoca eran todas importadas, porcelanas, medias de seda, puntillas, encajes, sombreros, bastones, galeras, que en el campo se usaban para los casamientos o las fiestas patronales de la iglesia.
La joven no era indifereente a los galanteos de don Patricio, de modo que la ida al pueblo de cada quincena se convirtió casi en una cita.
Ellos sólo se entendían con las miradas, porque casi no hablaban para que no comenzaran a correr los chismes.
Dos años esuvo el homber cortejádola y confformándose con sólo dirigirle la palabra, hasta que un buen día se deidió a pedir su mano, porque ya había terminado de construir una casa decente para atreverse a enfrentar al dueño del almacén de ramos generales.
empero el padre de la novai ya había pensado en eso y les regaló a los novios unoos campos en Comodoro Rivadavia que él había heredado, donde había vivido su madre hasta su muerte.
El casmaiento duró tres días, como sloía ocurrir en aquellos tiempos en esos lugares, donde todo el pueblo era invitado, y donde concurrían además todos los paisanos que vivíazn en los campos vecinos y también sus dueños.
La gente se entusiasmaba con las cosas que venían de Buenos Aires, que en esa éoca eran todas importadas, porcelanas, medias de seda, puntillas, encajes, sombreros, bastones, galeras, que en el campo se usaban para los casamientos o las fiestas patronales de la iglesia.
La joven no era indifereente a los galanteos de don Patricio, de modo que la ida al pueblo de cada quincena se convirtió casi en una cita.
Ellos sólo se entendían con las miradas, porque casi no hablaban para que no comenzaran a correr los chismes.
Dos años esuvo el homber cortejádola y confformándose con sólo dirigirle la palabra, hasta que un buen día se deidió a pedir su mano, porque ya había terminado de construir una casa decente para atreverse a enfrentar al dueño del almacén de ramos generales.
empero el padre de la novai ya había pensado en eso y les regaló a los novios unoos campos en Comodoro Rivadavia que él había heredado, donde había vivido su madre hasta su muerte.
El casmaiento duró tres días, como sloía ocurrir en aquellos tiempos en esos lugares, donde todo el pueblo era invitado, y donde concurrían además todos los paisanos que vivíazn en los campos vecinos y también sus dueños.
Por fin se habían casado y los novios pudieron partir a cumplir su destino mucho más allá del Río Colorado.
Capítulos siguientes:
? Capítulo IV - La vida en Comodoro Rivadavia
? Capítulo V - Los chicos crecen
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